“Hello stranger” canto al ritmo de la canción Goodbye stranger de Supertramp cada vez que me inundan esas ganas de sentarme a escribir una entrada de este Newsletter. Pienso en como empezar y realmente no lo sé. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escribí que siento un poco de vergüenza al sentarme frente a la pantalla en blanco. Es como esa sensación antes de enviarle un mensaje a esa persona con quien no hablás hace siglos. En ese deseo de reconectar hay que atravesar un umbral de nervios y, en lugar de mariposas, se siente como si fueran mosquitos zumbando en la panza.
Hace unas horas terminé de leer el libro Cómo me enamoré de Nicolas Cage de Carla Quevedo, y temo estar influenciada por su forma de escribir tan directa, a veces rozando lo tosco, saltando de un tema a otro de manera un tanto neurótica, pero también repleto de palabras sinceras y cercanas. Aprovecho para decir que me gustó mucho el libro y que lo recomiendo.
Sé por qué dejé de escribir, precisaba un poco de tiempo. La lista de cosas por hacer no dejaba de crecer, y necesitaba un respiro. Ahora que me siento frente al teclado y muevo los dedos dejando que mis pensamientos fluyan, sé cuál es el otro motivo por el cual no escribo. Esta razón pareciera que a veces se esconde detrás de las cortinas, y aunque ella piense que no la veo, igual su silueta se vislumbra entre luces. Mi perfeccionismo juega a las escondidas en mi mente, manteniéndome como rehén, forzándome a buscarlo para evitar abrir la puerta de esa habitación y enfrentar lo que hay al otro lado. ¿Y qué hay allí? Realmente no lo sé. Ayer vi este cuadro con una frase de Alejandra Pizarnik, o como le dije una vez que había olvidado su nombre, “la mujer que sufre y escribe poemas”.
Volviendo a mi perfeccionismo, desde acá lo veo, metido debajo de la cama, creyendo que ahí no voy a encontrarlo. Escribo y al segundo aparecen pensamientos que me dicen que tiene que ser mejor, más sofisticado, con mayor técnica, descargo un corrector gramatical, abro en una nueva pestaña un diccionario de sinónimos. Me digo que esto es muy burdo, que hay gente que ha estudiado centenares de horas para escribir y tiene el aval de un título que los certifica para hacer lo que ahora siento como un acto casi atroz: escribir. “Tendría que haber prestado más atención en las clases de literatura de mi secundaria”, “ni siquiera se usar bien las comas” repito en mi mente una y otra vez. Quiero adornar tanto las palabras que, cuando finalmente las pruebo, tienen un sabor espantoso, como una comida arruinada por el exceso de condimentos. La medida justa, en la escritura como en la cocina, lo es todo.
Me repito una y otra vez que estas palabras le pertenecen a mi monólogo interno, que no son dignas de ser publicadas. Y es que, en mi narración interna habitual todo está permitido. De hecho, lo que digo siempre me suena muy elocuente. No hay filtros y es por eso que me resulta atractivo. Pero cuando vengo acá, cuando lo repienso, cuando me siento y escribo bajo la lente de lo que espero, ya nada tiene sentido. Las palabras, bellas como orquídeas, lentamente se transforman en cardos con espinas. Que ironía ¿no? Empezar el texto diciendo que conecté mucho con un libro por su estilo un poco burdo y algo obsesivo, pero cuando escribo así, creo que nadie va a conectar conmigo. ¿Por qué pienso que algunos pueden tener un bestseller y yo solo puedo tener el rechazo?
A veces me sucede que no encuentro mi propia voz. O eso creo porque después descubro escritos, poesía, dibujos y proyectos de cuando era chica y veo esa misma persona que soy hoy plasmada en esos collages, esas oraciones, esos trazos y puntos y aparte. Tengo una esencia muy marcada pero en general son los demás quienes pueden notarlo. A mi me cuesta, necesito distancia, perspectiva: a veces la da el paso del tiempo, otras, probar estilos y gustos que no me pertenecen. Es como un proceso de descarte que me ayuda a confirmar qué no soy, y a dejar más claro lo que sí.
Eso me pasa también con este espacio, con mi negocio y con mi carrera, que van todos de la mano. Se me ocurren tantos caminos que no se cuál es el correcto “¿Y si no hay ninguno correcto?” pienso por unos segundos. A veces siento que hay dos personas adentro mío teniendo un diálogo , el problema es que no logro distinguir cuál es el diablo y cuál es el ángel. No saber que es lo correcto es algo que me acecha desde chica. A veces me gustaría que la vida venga con un manual de instrucciones, pero acepto, con algo de pesar, que cada persona parece escribir el suyo. Me desespera que lo que es correcto para unos sea incorrecto para otros. ¿No puede haber un consenso mundial sobre algo? Aunque sea una sola cosa, así podría descansar en ella. Ni siquiera existe consenso sobre si matar está bien o mal. Cuando ejecutaron a Osama Bin Laden, centenares de personas en el mundo celebraban, mientras otras tantas lo maldecían. Si no podemos ponernos de acuerdo en algo tan extremo, ¿por qué espero encontrar un consenso sobre si tengo permitido dedicarme a la escritura? ¿Por qué busco la aprobación de todas las personas? ¿Por qué se me ocurre que existe una forma "correcta" de escribir, de expresarse, de conectar con quien está leyendo del otro lado? Vuelvo a esa frase: 'hay tantas formas como personas'. Y aunque sé que es verdad, no me satisface.
"¿A qué vas? ¿A qué vas con todo esto?", me pregunto y reflexiono. Quizás no todo tiene un por qué explícito. Tal vez esto no viene con una enseñanza, sino que es simplemente una manifestación más del ser. De mi ser.
Diciembre muchas veces se siente como un final apresurado. Sé que el 1° de enero todo continúa igual, pero por algún motivo sigo cargando con la idea de que todo lo que no hice durante el año —y quería hacer— tiene que entrar a presión en este último mes, como si realmente cerrara un ciclo. En este momento, la ansiedad me empuja a pensar en los pocos libros que leí, y por eso estoy encontrando pequeños huecos en mis días para sentarme a leer y así aumentar la lista de títulos terminados. Me pasa lo mismo con algunos cursos que dejé pendientes o incluso con productos que quería vender y no logré. Por algún motivo, siento la imperiosa necesidad de que todo eso suceda antes de que termine el año.
¿Terminaré alguna vez la lista de cosas por hacer? Es algo que me vengo preguntando últimamente. Y sé, sin lugar a dudas, que la respuesta es no. Que siempre voy a encontrar algo nuevo por hacer. Que siempre va a haber un plato sucio por lavar, una película por mirar, un nuevo tema por investigar. Que la casa va a volver a ensuciarse a los pocos días y que la cama va a estar deshecha una vez que me levante. De alguna forma la idea de un vacío entero me excita. O quizás lo que me estimula es la búsqueda, perseguir ese ideal inalcanzable. Es posible que un poco de eso se trate la vida.
La Pausa
Pasaron dos meses desde la última vez que escribí por acá. Sigo preguntándome si este espacio lo tendría que usar como una herramienta de marketing digital, si debería escribir más ficción, si es mejor investigar un tema como supe hacer muchas veces, o si acaso lo que quiero es permitir que esta voz, que tipea rápido y casi sin pensar en el teclado, salga al mundo.
Para hacer un racconto: Octubre fue un mes de bastante trabajo, lo cuál me genera realmente mucha felicidad y eso también me trae un dilema. Estaba bastante segura de que no quería hacer más productos físicos porque, por un lado me limitan, y por el otro son muchas veces un gran motivo de estrés. Pero lo que disfruto haciéndolos es algo indescriptible, es lo más parecido a la magia que puedo sentir. La sensación de hurgar en mi escritorio para tomar la libreta que yo misma creé con mis propias manos es inigualable. Entonces ahora vuelvo a poner en la balanza la pregunta: ¿Qué quiero hacer?
Me gustan muchas cosas, soy una multi apasionada como toda buena Generadora Manifestante, el problema es que también me obsesiono mucho con algo y luego me asqueo cuando el algoritmo de mi propia vida empieza a consumirlo asiduamente. Y es ahí cuando lo dejo. Lo hago desde chica, me comía un tarro de aceitunas en cuestión de días hasta que un día dije ya no más. Tomaba solo chocolatada Cindor, me la llevaba hasta a los campamentos y si no había prefería no tomar nada, hasta que un día me asqueó y nunca más la toqué. Amaba las magdalenas hasta que mi mamá un día me compró 5 paquetes y de repente el gusto por ellas desapareció. Me pasaba días enteros creando la casa perfecta en los Sims, para luego empezar a jugar, aburrirme y no tocar más el juego por meses.
Por eso me cuesta tanto quedarme fija en algo y sufro de este mal que mi gran profesor de la facultad supo poner en palabras: "sé un poco de todo y mucho de nada". A veces, se siente como un calvario. Admiro a esas personas que dedicaron su vida a especializarse en un tema; yo, sinceramente, no puedo, y cada vez me doy más cuenta de eso. Quiero ser diseñadora y artista, pero también quiero saber de negocios e inversiones. Me interesa la filosofía y la teología, pero tampoco puedo evitar sentir curiosidad por el mundo de la moda y la publicidad.
“Todo no se puede” escucho como eco que suena con la voz de mi mamá, de mi tía, de mi papá, de mis maestras del colegio, de un periodista en la tele, de mi ex jefa, de amigos de la infancia. “Todo sí se puede” escribí en un cuadro en forma de rebeldía. Rebeldía siempre cuidada, en el molde, artística, porque vaya uno a saber que pasa si me rebelo de forma brusca.
"Todo no se puede Natalia" escucho como un eco, resonando en la voz de mi mamá, de mi tía, de mi papá, de mis maestras del colegio, de un periodista en la tele, de mi ex jefa, de amigos de la infancia. "Todo sí se puede" escribí en un cuadro, como una forma de rebeldía. Rebeldía siempre cuidada, en su molde, artística, porque vaya uno a saber qué pasa si me rebelo de forma brusca.
En fin, volviendo a la crónica sobre estos meses pasados, también empecé clases de tenis, seguí con mis sesiones de estudios sobre la Fe Baha’i, terminé un curso online de la UBA sobre filosofía india que me dejó reflexionando a montones y me gustaría traer el tema acá algún día. Noviembre es mi mes preferido siempre y es por ello que espero maravillas, como si por decir que me gusta mucho ese mes la vida estuviera obligada a orquestar todo tal cuál lo planeo. Pero no siempre es lo que sucede, y por eso este Noviembre la escuché decir a mi psicóloga “que buen regalo recibiste, nada salió como vos querías”.
Noviembre me trajo desencuentros que no esperaba ni buscaba, y también un cumpleaños con expectativas tan altas que, por momentos, me olvidaba de estar presente y de ver lo que la vida me estaba ofreciendo. Paralelamente, días antes de mi cumpleaños, una emergencia familiar me hizo revivir un montón de sensaciones y sentimientos traumáticos que de niña sentí, pero no registré. Fue como destapar una olla por unos días, y que el humo que salía de ella me ahogara, dejándome bastante fuera de mí. No estaba mal por lo que estaba sucediendo, ni por los recuerdos de lo que viví, sino por las sensaciones que experimenté. De repente, sentí miedo, desolación y terror, estando en la seguridad y comodidad de mi cama.
Diciembre me regaló una escapada a un pueblito de Córdoba y sirvió como un suspiro de todas las emociones de Noviembre. Estar en la naturaleza, ir más lento, dejarme agasajar por mi amiga cocinera, conocer en persona a una de las chicas de Colmena y poder darnos un abrazo después de tantas charlas virtuales. No se si podría decir que volví inspirada, pero si que volví y me tomé el tiempo para sentarme y enfocarme en la nueva marca, que deseo poder traer al mundo pronto. Sigo avanzando despacio y eso me incomoda, pero vuelvo a recordar que los ritmos de la creación son distintos a los míos.
Probablemente se me olviden muchas otras cosas que hice, pero lo que no quiero olvidar es lo mucho que disfruté de sentarme este domingo caluroso de diciembre a escribir y dejar que este monólogo interno tomara forma en este Newsletter. Esto también es magia: hacer tangible lo intangible.
Como siempre, gracias por leer. Me encantaría leerte a vos también ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentra este fin de año? Se que a veces cuesta responder los mails o dejar un comentario pero me pondría feliz si lo hicieras.
Te envío cariños grandes para este fin de año. Ojalá que puedas ver la magia que te rodea.