El título de la película Cuatro bodas y un funeral es un poco más optimista, pero la realidad de mi vida es esa: Cero bodas y tres funerales.
Me gustaría estar hablando de muertes internas, de soltar quien creía que era o de dejarse morir para que una nueva versión resurja. Pero no. En lo que va del año tuve tres velorios. Para ser más especifica, en estos últimos tres meses tuve un velorio por mes. E irónicamente no tuve ninguna boda.
Para quienes saben de astrología soy muy plutoniana - tengo a Plutón pegado a mi Sol - pero más allá de eso, no me encanta hablar de la muerte. Sin embargo quiera o no, es algo en lo que pienso todos los días. Es una temática que arriba a mi vida sin que yo lo esté buscando. Hace poco leí que solo el 33% de las personas piensan en la muerte seguido y otro 33% no piensa nunca en ella. Que afortunados, pensé.
La lente con la que veo la vida está llena de filtros, y uno de ellos, grueso y pesado, es el de la muerte. La muerte me ha acompañado desde mi nacimiento; cuando yo nací, mi tío - el hermano de mi mamá - había fallecido recientemente. Mi mamá siempre me cuenta que tuvo que contener su llanto porque su médico le prohibió afligirse, ya que podría afectar a su bebé - es decir, a mí.
Vero Le Mat, mi mamá, siempre dice: “no importa si no crees en la astrología, esta igual funciona”. Y si observamos mi Carta Natal, como ya mencioné, tengo a Plutón en conjunción con mi Sol. En la mitología romana, Plutón (Hades en la mitología griega) es el dios del inframundo y de los muertos, lo que explica su asociación con la muerte en la astrología. Además, Plutón rige los procesos de transformación profunda, el renacimiento y la eliminación de lo viejo para dar paso a lo nuevo. De alguna manera, en mi familia muchas veces parecía que para que alguien naciera, alguien debía morir: eliminar lo viejo para dar paso a lo nuevo.
El hecho de nacer con una muerte muy cercana, y de que durante mi vida en mi familia haya habido muchas muertes tempranas e inesperadas, hizo que inevitablemente esta temática estuviera presente en mi día a día. No voy a entrar en muchos detalles porque no quiero exponer a mi familia, pero mi abuela y sus tres hermanas han enterrado a algún hijo, algo que va en contra de lo que uno espera: que los hijos te entierren a vos en una edad ya avanzada.
Todo esto siempre me genera muchas sensaciones: miedo, ansiedad, dolor, tristeza, frustración, y un gran sentimiento de injusticia, de querer decir “ya basta, por favor”. Pero, al mismo tiempo, me ha dado un gran regalo: ser consciente de que, en última instancia, no podemos controlar nada, y que mañana todo puede acabar.
Lo contrario de la muerte no es la vida, porque en parte nuestro recorrido por este plano es aprender a morir. Todo el tiempo hay partes nuestras muriendo, y no me refiero metafóricamente, sino que hablo de nuestras células, nuestros tejidos, hormonas y proteínas. Nuestro cuerpo literalmente muere y renace todo el tiempo.
Estar vivo es una condición fatal; todos tenemos el diagnóstico de que vamos a morir.
Suena fuerte ¿verdad? Pero no hay nada más real que la muerte. Es la única certeza que tenemos en esta vida. Y como he dicho anteriormente, las partidas duelen, pero también pueden ser un gran obsequio.
Ser conscientes de nuestra temporalidad puede regalarnos ver la vida con otros ojos. Nos invita a valorar cada momento, a apreciar las pequeñas cosas que a menudo pasamos por alto y a priorizar lo que realmente importa. Nos recuerda que el tiempo es limitado, y eso nos impulsa a vivir con mayor intención y autenticidad. Nuestra mortalidad puede encender esa chispa que necesitábamos para perseguir nuestros sueños, sanar relaciones, pronunciar esas palabras que teníamos guardadas y abrazar el presente con infinita gratitud.
La muerte nos recuerda nuestra vulnerabilidad y nos ofrece la oportunidad de vivir profundamente, apreciando cada experiencia y conexión que tenemos en este breve y precioso viaje llamado vida.
-La muerte es vida y la vida es muerte, ambos están en concordancia.
-Debe haber un equilibrio entre la muerte y la vida. Son dos aspectos de lo mismo, que es ser-convertirse.
Bill Moyers y Joseph Cambell en el episodio 4 de la serie Joseph Campbell and the Power of Myth — ‘Sacrifice and Bliss’
Recuerdo que hace unos años me había hecho una pregunta que aún me tiene reflexionando:
¿El miedo es a morir o el miedo es a morir sin haber disfrutado plenamente la vida?
Para mí a veces la vida no tiene sentido. No lo digo desde un lugar depresivo, sino que hay cosas a las cuales les ponemos tanto peso pero que al pensar que mañana todo puede cambiar tan repentinamente, en el fondo, no le encuentro sentido.
Quemar tu cabeza para hacer el posteo perfecto, no tiene sentido. Discutir por quién tiene la razón carece de sentido. Reunirte con tus amigos y no dejar de responder mensajes en el celular no tiene sentido. Permanecer en lugares o relaciones que te hacen daño, tampoco tiene sentido. Para mí, solo lo que implica presencia y verdadero significado tiene valor.
La semana pasada perdimos a un familiar. Esa perdida se acopló a otra gran perdida que tuvimos hace dos meses. En ambos momentos me sucedió lo mismo. Mi vida tuvo que parar por un momento para enfrentar el duelo y acompañar a mi familia. Y es en esos momentos donde me doy cuenta que todo lo que era urgente e importante en verdad no lo es. Las tareas diarias, los compromisos y las preocupaciones que antes ocupaban un lugar central en mi vida, ahora parecen triviales. Todo eso que creía impostergable noté que si podía postergarlo.
Las prioridades cambian, y lo que pensaba que era muy importante se desvanece frente a las sacudidas de la vida.
Y entre esas flexibilizaciones que decidí hacer es que hoy, por primera vez, decidí no sacar el Podcast y el Newsletter correspondiente a esta semana. ¿Podría haberme obligado a terminarlo? Quizás sí, pero eso significaría que realmente no estaba aprendiendo nada ante las situaciones que acontecían en mi realidad.
Para mí, el aprendizaje radica en la capacidad de adaptarnos y enfocar nuestra atención en lo verdaderamente importante: el tiempo de calidad y presencia que dedicamos a aquello que amamos.
No voy a negar que me costó posponer ciertas cosas y hacerme huecos para descansar y procesar todo lo que estaba sintiendo. Pero esa voz de mi consciencia, mi intuición o mi ser superior - aún no sé cómo llamarla - me dijo algo muy claro y sencillo:
¿Por qué crees que sos más noble al no dejarte atravesar por la vida?
Como ya dije, esta no es la entrega “oficial” que tenía que salir esta semana, sino una especie de aviso con las novedades y también un espacio de reflexión para este tema que nos atraviesa a todas las personas pero que seguimos guardando debajo de la alfombra como si eso evitara que la muerte suceda.
En la próxima entrega vamos a seguir charlando sobre creatividad, ya que en el episodio del Podcast anterior hablé con Natalia Bruno, ilustradora de libros infantiles, sobre reinventarse a los 40, crear, descubrir la inspiración en lo cotidiano y seguir nuestro llamado interno.
Lo que tengo preparado para la entrega siguiente lo escribí hace algunos años y relaciona la creatividad con la espiritualidad, la vida y la muerte ¿Casualidad? No lo creo.
En el mientras tanto podes escuchar los episodios anteriores. Tenes 18 episodios donde hablo sobre diversas temáticas, y la duración de cada programa va desde los quince minutos hasta la hora y media. Así que te puedo acompañar tanto mientras te preparas el desayuno como si estas en el colectivo yendo al trabajo.
No te olvides de ponerle 5 estrellitas al Podcast así me ayudás a llegar a más personas. Te lo agradecería infinitamente.
Como siempre, gracias por leer y por recibir no solo mis palabras sino mi propia vulnerabilidad que muchas veces es un desafío mostrar.
Quiero también darle la bienvenida a todas las personas nuevas que se están sumando a este espacio. ¡Que lindo tenerlas por acá!
Y como siempre me encantaría leerte. Podes dejarme un comentario, responderme a este mail o escribirme por Instagram
¡Nos leemos la próxima! Y te mando un abrazo fuerte y sentido, especialmente si estás pasando un momento difícil.