Cuando leas esto, ya habré cumplido el desafío que me propuse el 1º de febrero de 2024: hacer ejercicio físico todos los días. Más específicamente, hacer un video de Move with Nicole de pilates o yoga cada día. ¿Por qué esta precisión? Porque uno de mis principales objetivos con este desafío no era solo ejercitar mi cuerpo, sino también fortalecer mi disciplina. Por eso, aunque algunos días hiciera otro tipo de actividad física, igual tenía que completar un video de Move with Nicole, por una cuestión de constancia y de no ponerme ninguna excusa. Cuando digo ninguna es realmente cero excusas. Y fue así como lo logré.
Puede sonar un poco exigente, incluso un tanto duro de mi parte, comprometerme a algo de lo que no podía desistir ni un solo día del año. Pero, a medida que sigas leyendo, vas a entender por qué nunca lo viví como una imposición, sino todo lo contrario: una fuente de satisfacción y orgullo personal, una prueba tangible del compromiso conmigo misma y un recordatorio diario de lo que soy capaz de hacer.
Sin dudas, soy una persona a la que le encanta llevar récords y registros. No soy competitiva con los demás, pero conmigo misma… otra historia. Me encanta superarme, desafiar mis propios límites, comprobar que siempre puedo un poco más. ¿Es lo más sano del mundo? No lo sé. Pero ese juego interno siempre me impulsa a elegir el coraje y avanzar con una pregunta en mente: ¿Qué pasaría si intento un poco más? ¿Hasta dónde podré llegar? Creo que ganar no tiene tanto que ver con lograrlo a la primera, sino con hacer de la curiosidad, la diversión y el juego, aliados claves en el proceso. Ahí es donde el éxito está asegurado. Como siempre digo, el éxito es hacerlo. Superarme a mí misma es un bonus, como cuando en la escuela te sacabas un 10 y te ponían un sello con una carita feliz al lado. Lograrlo es ese sello; intentarlo, el verdadero 10.
Así que, hablando de diez, aquí van las diez cosas que aprendí en este camino - porque, por supuesto, para mí todo es una lección de vida. Diez hallazgos que surgieron y que no solo aplican para este desafío, sino que también pueden servir para cualquier hábito, proyecto o proceso que queramos cultivar.
10 cosas que aprendí en mis 365 días de ejercicio diario
Hacerlo fácil:
No leí el libro Hábitos Atómicos -confieso que soy bastante buena creando hábitos, así que no es mi prioridad en este momento leerlo-, pero creo que James Clear, su autor, habla de esto en el libro. Hacérmelo fácil fue una de las cosas más importantes para sostener la constancia. Tener el mat siempre a la vista, reproducir los videos de YouTube en la TV, seguir las rutinas de una misma instructora cuya dinámica ya conozco, que me gusta y que organiza los ejercicios semanalmente, fue clave. De hecho, el último mes Nicole dejó de crear las playlists semanales, y eso hizo que me costara más mantener la rutina, porque tenía que elegir un video entre más de 300 opciones, lo cual me llevaba a dilatar el momento de entrenamiento.
La flexibilidad también habita en la rigidez:
Descubrí que puedo ser flexible dentro de lo inflexible, que es posible habitar ambos lugares a la vez. La estructura estaba clara: entrenar todos los días, sin excepción. Esto podía hacerme sentir un poco atrapada, pero ahí es donde aparecía la libertad y la posibilidad de elección para acomodar la balanza. Cada día tenía la posibilidad de elegir qué video de la playlist semanal quería hacer y, como las listas solo incluían seis videos, un día a la semana tenía total libertad para elegir el que más me gustara de todo el canal.
Además, los días que estaba cansada, que mi cuerpo estaba fatigado por la rutina o por el ejercicio físico que ya había hecho (voy a clases de tenis una vez a la semana), optaba por un entrenamiento breve. Cinco minutos de ejercicio no van a transformar mi cuerpo ni mi salud, pero sí simbolizan el compromiso conmigo misma. Cinco minutos siempre son mejores que nada. Creo que los días más difíciles fueron aquellos en los que llegué a casa muy tarde sin haber entrenado antes, el día que tuve fiebre y los días en los que asistí a velorios atravesando duelos. En esos momentos, más que nunca, elegí tomármelo como un regalo: me regalé una clase de yoga, le regalé a mi cuerpo descanso a través del movimiento y le di espacio a todas las emociones que deambulaban dentro de mí.
Hay ventaja en lo conocido:
Muchas veces que mencioné que venía ejercitándome desde hacía tiempo, me preguntaron cómo lo había logrado o qué cambios había notado. Al responder, me di cuenta de algo importante que quizás me diferenciaba de la persona quién le estaba dando el consejo: soy una persona que, desde que tengo memoria, siempre estuvo en movimiento haciendo actividad física. Fui al mismo gimnasio durante diez años, sin períodos de pausa. Hacía un montón de clases, como spinning o body pump, fuí a danza, a natación, a iniciación deportiva, etc. Mi cuerpo, y sobre todo mis músculos, están acostumbrados a un ritmo alto, al desgaste y al levantamiento de pesas.
Imagino que si hubiese sido una persona que nunca entrenó o no tenía esa constancia, el desafío habría sido mayor. No imposible, por supuesto, pero sí requeriría un enfoque distinto. Habría tenido que trabajar en acostumbrar a mi cuerpo, poco a poco, y tal vez los primeros meses debería haber optado por ejercicios menos demandantes. Creo que haber empezado un hábito con el cual ya estaba familiarizada fue una ventaja.
No negociar con los hábitos:
Tengo un episodio de mi Podcast dedicado a esto. Lo aprendí cuando leí You’re a Badass de Jen Sincero. En el libro, ella lo explica así:
“Cuando decidí dejar de fumar, si tenía el más ligero pensamiento de «¿Qué tanto daño puede hacerme una ligera calada?», estaba frita. El punto de decidir es dejar de perder tiempo y moverte hacia delante, ¡no se trata de buscar cómo puedes echarte atrás de la decisión que ya tomaste! (…) A mí me ayudó mucho pensarlo de esta manera: no voy a ir a casa a negociar si puedo o no fumar un cigarro al igual que no voy a ir a casa a negociar si puedo drogarme con tranquilizantes para caballo. No negocio acerca de drogarme con tranquilizantes de caballo porque no me drogo con tranquilizantes de caballo. Ahora que no fumo no voy a negociar sobre fumar porque yo no fumo.”
Fue ahí que me di cuenta de que no puedo negociar con mis hábitos, porque la mente es una experta en encontrar excusas: “Hoy no hagas ejercicio, te levantaste cansada”, “Caminaste dos kilómetros yendo y viniendo del médico, ya es suficiente”, “Estás triste por ese desencuentro de ayer, mejor anda a dormir”, “¡Son las once de la noche, es muy tarde!”, “¡Son las siete y media de la mañana, es muy temprano!”. El abogado interno tiene argumentos impecables para evitar que yo, una simple mortal, cometa el terrible crimen de hacer algo bueno para mí misma.
¿Por qué existe ese autosabotaje dentro nuestro? No lo sé. Pero sí sé que si un día cedía y dejaba que esa voz me convenciera, al día siguiente habría otra excusa aún mejor, y al siguiente otra. Así, no solo habría perdido tiempo negociando, sino que tampoco habría podido sostener la práctica. La disciplina se entrena, y el hábito se construye con el tiempo.
Otra clave para ser constante fue enfocarme en un solo hábito a la vez. No podía ser estricta con entrenar todos los días y, al mismo tiempo, exigirme meditar sin falta. Sabía que eso me llevaría al agotamiento. Así que tomé una decisión: entrenar diariamente sería mi único no-negociable.
El mayor acto para aumentar la confianza es cumplir con lo que decís que vas a hacer:
Hace poco tuve esta reflexión: cuando dejo de confiar en alguien, suele ser porque no cumple su palabra conmigo, y eso me decepciona. Entonces, ¿cómo iba a confiar en mí si no cumplía mi propia palabra? Si hubiera abandonado este desafío, mi confianza en mí misma se habría debilitado. No habría desaparecido, porque es algo que vengo construyendo hace tiempo, pero completar cada entrenamiento me llenaba de orgullo y reforzaba algo clave: confío en mí como nunca antes. Yo me brindé seguridad, y eso, para alguien que muchas veces la busca afuera, significa todo. La sensación es esta: si pude hacer esto, puedo hacer cualquier cosa. Porque ahora, cuando digo que voy a hacer algo, sé que realmente lo voy a hacer.
A veces hay que hacer lo que no queremos hacer:
Hoy en día parece estar de moda la idea de que solo hagamos lo que queremos hacer, lo que nos da ganas. Pero para mí no siempre es así. La satisfacción instantánea es mucho más tentadora que la satisfacción a largo plazo. Hubo días en los que lo último que quería era entrenar. Las excusas se amontonaban en mi cabeza y la opción de tirarme en la cama a scrollear Instagram sonaba tentadora. Dopamina rápida, sin esfuerzo. En comparación, la idea de moverme y conectar con mi cuerpo parecía agotadora. Pero sabía que el resultado tenía un valor mucho mayor y mejores beneficios. Ahí es donde se construye y se aplica la disciplina. Una palabra que tiene mala fama, que inclusive algunas veces la hacen ver como mala palabra. Pero yo la veo de otra manera. No me dejo arrastrar por los impulsos del momento porque confío en algo más grande: la Nati del pasado tenía una razón cuando decidió comprometerse con esto. Sabía que me iba a dar algo invaluable: la satisfacción de haber cumplido, una mente más clara, un cuerpo más fuerte y un momento de conexión conmigo misma. Hoy en día siento que dentro mío hay un diálogo constante. Quizás la Nati del pasado se prometió algo que la Nati del presente no quiere hacer, pero igual lo hago porque elijo confiar en que esa versión de mí que fue sabia y sabía lo que me hacía bien.
Ponerlo como prioridad:
Esto se relaciona con hacer de este hábito un no-negociable. Me di cuenta que entrenar a la mañana siempre me brindó una mejor experiencia. Hacerlo como una de las primeras cosas del día evita que aparezcan excusas y me libera de la carga mental de tener que encajarlo en mi rutina más tarde. Lo hago, lo tacho de mi lista y sigo con mi día. Por supuesto, esto es muy personal. Yo funciono mejor a la mañana, pero hay quienes tienen más energía a la noche y prefieren entrenar en ese momento. En mi caso, si lo dejo para el final del día, llego cansada y sin ganas de hacerlo. Conocer nuestros ciclos de energía es fundamental.
Observar los avances refuerza la motivación:
Una de las razones por las que decidí proponerme este reto fue mejorar mi escoliosis y evitar que siguiera avanzando. Después de seis meses de entrenamiento, me hice una placa y pude notar una mejora. Aunque el cambio era sutil, la motivación que me generó fue enorme. Me impulsó a seguir, a ir por más y a reflexionar sobre los beneficios que esto tendría en mi vejez. Esa satisfacción tardará años en llegar, sí, pero sé que cuando sea grande y haya evitado dolores de espalda, mejorado mi postura y ganado vitalidad, me lo voy a agradecer eternamente. Con esto encontré un nuevo motivo para seguir entrenando: imaginar a la Nati del futuro feliz por las decisiones de mi presente. Poder observar cómo mi cuerpo se fortalecía y tonificaba, así como mejoraban mis posturas y mi fléxibiliad, también fue un motivador extra.
Hacerlo suave y disfrutable:
Este quizás sea el punto más simple, pero también el más importante de todos. Además de hacer que sea fácil, como mencioné en el primer punto, encontrar una actividad que realmente me guste fue fundamental. Nicole es una excelente instructora con la que conecté desde el primer momento. Su estilo, suave pero potente, y su enfoque en la conexión con el cuerpo a través del ejercicio, fueron exactamente lo que buscaba. Lo que más me atrae es que nunca menciona frases como “bajar la panza” o “levantar los glúteos”. Su foco no está en lo externo, sino en lo interno.
Nunca había practicado pilates, pero cada vez que veía videos de clases me daban muchas ganas de probarlo. Sin dudas es una actividad divertida, que me conecta con mi cuerpo y que también me desafía, lo cual me impulsa a seguir, en cierta forma, jugando conmigo misma para superarme. Además, el hecho de haber elegido una actividad que exige, pero que es suave, fue un factor importante para evitar que sintiera que estaba en un servicio militar. Un día leí un comentario en un video de Nicole que decía: “No se dejen engañar por su tono de voz suave y sus calzas color pastel, es una asesina”. Me hizo reír y creo que describe a la perfección sus clases. Vas a transpirar hasta la última gota de sudor, pero al final vas a sentir esa calma y satisfacción, como después de un día de playa (y lo digo literalmente porque muchos de sus videos tienen una increíble vista al mar).
Recordar lo bien que me hace hacerlo:
Este último punto está conectado con el anterior. Siempre, siempre, siempre que entrené, incluso en los días que estaba cansada o no quería hacerlo, terminé con una sensación de gratitud y alegría. No hubo un solo día que me haya arrepentido de haberlo hecho. Jamás. Eso me sirvió mucho en los días que sentía más resistencia a conectar con mi cuerpo, me recordaba a mí misma que, al final, me sentiría mejor, más feliz y más conectada conmigo. Y así fue siempre.
Frente a donde entreno, tengo una foto mía de cuando era chica, una en la que sonrío con inocencia y felicidad pura. Muchas veces, después de terminar el entrenamiento, mis ojos se posan sobre esa imagen. Y, en esos momentos, siento que esa pequeña versión de mí me agradece en silencio por todo lo que estoy haciendo hoy para ella. La conexión con mi cuerpo, la dedicación, los pequeños logros de cada día, se convierten en una forma de devolverle a esa niña la paz y la fuerza que siempre estuvo en mí, solo que ahora, más consciente y decidida.
¿Por qué me puse la meta de entrenar 365 días?
Los motivos fueron muchos. Siempre fui una persona activa; el movimiento me hace bien, no solo físicamente, sino también mentalmente. Me ayuda a canalizar el estrés, a bajar la ansiedad, a sentirme en equilibrio. Pero cuando volví de mi primer viaje largo -después de vivir siete meses entre México y Estados Unidos- todo cambió. Me aterraba volver a los espacios que habitaba mi antigua yo, así que decidí no regresar al gimnasio al que había ido toda mi vida.
Pasé cinco meses en Buenos Aires diciéndome que entrenaría en casa. Pero mis niveles de ansiedad estaban por las nubes, el insomnio me acompañaba casi todas las noches, y hubo semanas enteras en las que no podía dejar de llorar. A pesar de mi intención, creo que puedo contar con los dedos las veces que realmente hice ejercicio. Siempre encontraba una excusa, siempre terminaba postergándolo. Y así, al malestar emocional que ya arrastraba, se sumó la frustración de no poder sostener ni siquiera dos horas de ejercicio a la semana. Me sentía frustrada, desordenada, más ansiosa aún. Además mi cuerpo empezaba a tomar una forma que no era la que yo estaba acostumbrada, y eso repercutía en mi autoestima.
Cuando regresé de mi segundo viaje largo en enero de 2024 -tras tres meses entre Estados Unidos y Francia- me dije a mi misma que no quería volver a repetir ese ciclo de malestar y desorden. Sabía que la falta de constancia en mi entrenamiento me estaba dañando de muchas maneras: mi ansiedad aumentaba, no tenía un espacio para descargar energía, mi confianza en mí misma se debilitaba y, además, mi salud se veía afectada al no moverme. Todo esto sumado a que mi cuerpo dejaba de estar tonificado y eso no me gustaba, siempre tuve bastante músculo lo cual me hace sentir, entre otras cosas, muy fuerte. Entonces, entendí que esta vez tenía que comprometerme en serio, sin excusas.
Así nació esta meta: entrenar todos los días durante un año. Y tuve la fortuna de encontrar en el camino a Move with Nicole, la mejor instructora que podría haber tenido. Su generosidad, su enfoque amoroso y su manera de entender el movimiento como una conexión entre cuerpo, mente y espíritu hicieron que este proceso se sintiera natural, calmo y disfrutable.
Hoy, una semana después de haber cumplido mi meta, sigo entrenando todos los días. Y eso me deja claro que no lo hice solo para tacharlo de una lista. Sino que este hábito me dió tantos beneficios que no quiero dejarlo. No lo vivo como una obligación ni como un peso, sino como algo que me sostiene, algo suave, que me hace bien. No sé si lo practicaré de esta misma forma toda mi vida -quizás las maneras cambien, quizás los ritmos sean distintos- pero sí sé que el movimiento siempre va a ser parte de mí.
Y aunque no sé exactamente hacia dónde me llevará este camino, sí sé que cada paso que doy me hace bien. Así que si estás dudando en empezar algo, este es tu recordatorio: solo tenés que dar el primer paso. Este fue mi proceso, pero me encantaría saber sobre el tuyo. ¿Hay algún hábito que hayas sostenido y te haya transformado? ¿Cómo te conectás con el movimiento? Te leo en comentarios o podes también responderme a este mail.



La Pausa
Este espacio sigue en pausa, pero poco a poco voy ganando claridad. Hace mucho que no enviaba nada y sentía que esto era algo que tenía ganas de reflexionar y compartir. Quizás pueda servirte de inspiración, ese es uno de los propósitos de este espacio.
Últimamente tengo muchas ganas de sentarme y escribir, así que probablemente me encuentres más seguido por tu casilla de correo y por Substack.
Por ahora, te dejo con este mensaje, pero no sin antes invitarte a conectar más. Si tenes alguna pregunta, comentario o reflexión que quieras compartir, no dudes en escribirme. Me encanta conectar con vos.
Nati,
Hola Nati, como estas! Qué buen post, me llenó de energía y de ganas! hace un tiempo que no estoy pasandola bien, y ya venia con la idea de hacer algo similar, yoga o gym para poder salir un poco de mi cabeza. Voy a ponerme esa meta, aunque mi objetivo primordial debería ser dejar de fumar primero! tengo muchos pendientes como veras. y poca acción. En fin, este mail me inspiro un montón, por eso te agradezco, hizo que algo hiciera un ruido adentro. Gracias!